Hace unos años le pregunté a Rafael Nadal, uno de los mejores tenistas de la historia, que estaría dispuesto a sacrificar a cambio de mejorar su saque. Nada respondió. Estoy conforme con mi juego. Si para tener un servicio espectacular debo disminuir la calidad de mi drive o mi revés pues prefiero mantener mi saque así como está. Frunció el ceño y dijo, nadie antes se había quejado de mi saque. Y no hay nada que reclamarle. Es uno de los mejores deportistas de todos los tiempos, lo ha ganado todo, medallas olímpicas en single y dobles, 22 Grand Slams y 5 Copa Davis, entre los títulos más destacados.
Su respuesta me dejó pensando, Nadal no es solo un atleta de élite, es un ejemplo que va más allá del ámbito deportivo. Él afronta la vida como muchos de nosotros deberíamos hacerlo en nuestra carrera profesional. Trabajar duro para destacar nuestras fortalezas y acpetar, reconocer y minimizar las debilidades. Al principio nos esforzamos mucho para mejorar en todo aquello que nunca fuimos buenos, le dedicamos tiempo y esfuerzo pero solo nos trajo más frustación que satisfacción cuando la clave siempre fue enfocarnos en nuestras habilidades, talentos y características en las que destacamos naturalmente porque eso es lo que permitirá conocer nuestras ventajas competitivas y aplicarlas en diversos aspectos de nuestras vidas.
En lugar de sentirnos limitados por lo que no sabemos hacer, ampliemos el alcance y potencial de todo lo que sí dominamos. Aprovechar nuestras capacidades innatas nos permite destacar en aquello en lo que somos excepcionales, brindándonos una ventaja única en nuestras carreras, relaciones y proyectos personales. Centrarnos en mejorar nuestras fortalezas tiene un impacto significativo en la autoestima. Al cultivar nuestras destrezas más fuertes, experimentamos un sentido de logro y satisfacción personal. Este enfoque positivo y constructivo nos impulsa a alcanzar nuevos niveles de excelencia. A medida que ganamos confianza en nuestras habilidades, también desarrollamos una actitud más positiva hacia nosotros mismos y nuestras posibilidades de éxito.
En vez de competir en áreas donde nuestras debilidades son evidentes, podemos destacar en un terreno donde nuestras fortalezas brillan con mayor intensidad. Esta búsqueda de nuestro nicho nos conduce hacia oportunidades y roles que están alineados con nuestras habilidades más sobresalientes. Estudios indican que las personas que se enfocan en mejorar sus fortalezas tienden a desarrollar una mayor resiliencia emocional y psicológica. Esto los hace más capaces de enfrentar y superar los obstáculos y dificultades que encuentran en la vida.
En esa misma línea pongo el ejemplo de Lionel Messi, el mejor futbolista del mundo y tal vez de la historia, algo que aún está en discusión entre argentinos y brasileños. Messi fue formado bajo el estilo de juego vistoso del FC Barcelona, equipo que bajo la influencia de la escuela holandesa impuso el fútbol total y que luego permaneció en vigencia gracias Pep Guardiola (fiel discipulo de Johan Cruyff). El entrenador catalán no le exigió al astro rioplatense apoyar en la recuperación del balón ni tampoco lo incluyó en jugadas defensivas. Se dio cuenta a tiempo que el delantero no era bueno quitando el balón al rival, por mucho que lo intentó. Por tal dio más libertad a Messi, liberándolo de todo el aspecto defensivo para que solo se enfoque en lo que siempre fue muy muy bueno, el ataque. Messi ha sido consciente de esa debilidad pero sus fortalezas son tantas y tan extraordinariamente fuertes que el resto pasa desapercibido.
Nuestras fortalezas no solo nos benefician a nivel personal, sino que también pueden enriquecer nuestras relaciones con los demás. Al jugar con nuestras ventajas, podemos contribuir más significativamente a los equipos de trabajo, la familia o los grupos sociales en los que participamos. Además, cuando reconocemos y valoramos las fortalezas de quienes nos rodean, creamos un ambiente de apoyo mutuo y crecimiento colectivo. Messi es un jugador extraordinario pero su talento llegó a su máximo potencia cuando estuvo al lado de Xavi e Iniesta
Al igual que en el deporte, en la vida deberíamos seguir el mismo ejemplo. Enfocarnos en lo que realmente somos buenos y volveremos excepcionales. Estar en constante crecimiento, capacitación, adquiriendo habilidades nuevas que nos permitan destacar. Mejorar nuestras fortalezas es un enfoque poderoso y transformador para el desarrollo personal. Reconozcamos la importancia de invertir tiempo y energía en mejorar y celebremos nuestras habilidades únicas que nos hacen destacar en un mundo diverso y cambiante. Aprendamos de Rafael Nadal que dedicó más tiempo en pulir su hoy extraordinaria derecha y su revés cruzado y no frustrase por la efectividad de su primer saque.